Me imagino que muchos de ustedes compartirán esta idea, pero la presento en un contexto muy específico, con un 99.98% de probabilidades que no los incluya a ustedes – no se hagan ilusiones. La frase la dijo Schubert, en una carta bastante desesperada a un amigo: “Yo nací para componer, el Estado debería sostenerme”.
Ya escucho a María Julia, nuestra actual Ministra de Cultura, decirme: "¿Cuántos chantas piensan que son Schubert?" (no pido que levanten la mano). Seguramente muchos, y no digo que haya que mantenerlos a todos. Pero eso es otro problema. Veamos el qué primero, recién después el cómo, y el a quién.
¿Debe el Estado apoyar a las artes? Pregunta bastante estúpida. Las artes que valen, pero que no valen inmediatamente, si no tienen algún mecenazgo, no se hacen, porque no venden inmediatamente. Y el mecenazgo privado está mirando a la maldita palabra “retorno”, o sea que, en el fondo, no es mecenazgo en absoluto sino inversión (Lobkowitz no estaba pensando en cuánta publicidad iba a lograr al apoyar a Beethoven. Aprendan, giles). Entonces, lo que nos queda es el desgraciado Estado.
Y el Estado tiene sus problemas. Para empezar, siempre habrá quien diga “si un niño tiene hambre” o “si la calle tiene un pozo”, entonces no hay que “gastar” en esa cosa inútil llamada cultura. En realidad, son cosas completamente aparte. Paralogismo de falsa oposición, decía Vaz Ferreira. Claro que el Estado debe hacer asistencia social, y arreglar las calles. Pero también debe apoyar a la cultura. También, el problema puede ser que el Estado quiera determinar qué es lo que debe ser cultura y qué no. Véase URSS. O véase Lucas Sugo con la Orquesta Juvenil.
Y por qué, dice mi vecino.
Porque sin cultura, vecino, usted no sabe quién es, qué es, cómo es, y lo que puede llegar a ser. Esos inútiles de artistas son los que van a definir cuál es su alma (y lo han hecho ya, aunque usted no sepa quiénes son). Entonces, alma primero y cuerpo también, vecino, aunque suene cursi. Y si no le gusta decir "alma", no tengo problemas, ponemos otra palabra.
Cómo hacerlo, no es tan claro. Pero un buen principio sería que las políticas culturales deben corregir lo que el mercado hace mal. Y en cultura, el mercado hace mal muchas cosas. Lo que más se vende hoy no le va a importar a nadie (probablemente, me gustaría equivocarme) en veinte años. Por supuesto, ¡es lógico! Para qué te voy a vender comida si te puedo vender pasta base, loco, me fideliza la clientela y deja más "retorno". Cosas que hoy son “impopulares” pueden llegar a definir la propia identidad. Miren lo que pasó con Eduardo Mateo, a quien yo vi personalmente mendigando por 18 de Julio. Ahora todos se han dado cuenta que era un crack. Eso se llama adelantarse a su tiempo, pero no es muy agradable para el implicado (véase más arriba, Schubert). Multipliquen eso por diez mil, si quieren entender qué pasa con lo “impopular”. ¿Quién sabe todavía quién es Tosar? ¿Cuántos tuvieron alguna oportunidad de oír algo de Tosar? ¿Quién es Carlevaro? Y ni hablemos de los que están vivos, en Uruguay o afuera.
Estado Uruguayo, usted tiene una gran deuda interna con sus artistas, y sobre todo con sus compositores. A ver qué hace. Porque si bien el FMI no se la va a cobrar, alguien lo hará tarde o temprano, impersonal pero letalmente, onda "business, not personal" decía Don Corleone. Y no sirve de nada ser rico y famoso si no se sabe quién se es.
Kommentare