Otro tema, o no tan otro. Quien quiera pensarlo en serio, puede consultar al gran Carlos Vega aquí. Se trata de algunos usos lingüísticos (locales y bastante recientes pero dominantes) que me tienen un poco harto, como el denominar lo que uno hace “música académica” (incluso a nivel oficial). Voy a ser asistemático e inconexo, al fin y al cabo es lo que me sale más natural, pero ésta va a tener que ver con los "géneros" musicales. En la foto pueden ver una representación gráfica de la estructura de esta entrada.
De este lado de la cancha, del lado que Tosar llamaba “impopular”, el adjetivo “académico” es un insulto. Designa a quien copia o imita modelos del pasado, se queda en fórmulas en vez de ser creativo, carece de imaginación o creatividad pero le sobran diplomas y palabrerío, en resumen, alguien a quien si lo mandás a buscar agua al río, no la encuentra. No hay derecho a aplicar ese adjetivo a música hecha más o menos en serio y con creatividad. Habrá casos de academicismo, pero eso es otra historia.
Por qué no usar el famoso “música culta” que hasta hace bastante poco predominaba? Ahí quedaría claro. Ah, no, no se puede, eso es políticamente incorrecto. La otra no puede ser “inculta”, lo mismo que a la nuestra queda mal decirle “impopular” (por eso Tosar lo decía, siempre con una sonrisa). Que nadie se sienta ofendido, aunque al final ni sepamos de qué estamos hablando. Y no, no estoy de acuerdo con el personaje que Leo asume en esta canción, si se interpreta literalmente - no pienso que sea una música elitista y clasista. Me parece que en el fondo tampoco Leo lo piensa, y está satirizando un cierto modo de consumo, no al género en sí. "El Concierto" es una canción de indignado, no de nihilista.
Diferencia de géneros hay, claro. Pero muchas de esas diferencias se entienden cuando se toma en cuenta la función de las diversas músicas. Hay música para escuchar con atención (en una sala grande o chica, que no es lo mismo), música para escuchar mientras se hace otra cosa, música para entretener, música para bailar, música para bailar en estado de aguda intoxicación etílica, música con letra y sin ella, (donde ambas pueden pretender o no ser oídas con atención), música para cantar en un fogón en la playa con la barra, música para cantar en un escenario a cielo abierto ante 120.000 espectadores, música para escuchar con auriculares de rigurosa baja fidelidad en el sistema de transporte montevideano, música para escuchar con un sistema de 128 altoparlantes distribuídos en una cúpula especialmente construída a los efectos en Osaka. Y nótese que estas divisiones no necesariamente coinciden con los géneros.
Y si fuéramos por ahí, por la función, en vez de tratar de meterle adjetivos a lo que no los admite? Podríamos, hablar de “música de sala de concierto”? o sea, "música que (idealmente) habría que oír en vivo, tocada por alguien que presumiblemente sabe lo que hace, en buenas condiciones acústicas y prestando atención"? El nombre es un poco largo, pero la tinta digital es barata.
Hay quien piensa que estudiar música formalmente, aprender a leerla y escribirla, y estudiar acústica, armonía, contrapunto, historia de la música, composición (sí, se puede estudiar, no es algo que se contagie como una gripe) y tantas otras cosas, hace que uno se convierta en un músico “académico” en el mal sentido. No es por ahí la cosa. Yo le respondería al tal que lo mismo que estudiar física te hace físico, o estudiar matemáticas te hace matemático, estudiar música te hace músico (no "músico académico"), porque te da las herramientas y los recursos; teniéndolos, se puede construir un rascacielos si si uno quiere, con cemento armado y vidrio, o hacer una cucheta de perro bien hechita, o un mausoleo de mármol, o inventar cualquier forma que se quiera con los materiales que a uno se le antoje usar, porque sabe que no se le va a derrumbar. No se está obligado a hacer un ranchito con ramas de árbol atadas con alambre porque es lo único que hay a mano. No se está limitado por lo que el fabricante del último sampler/ secuenciador/ máquina de ritmo / pedal de guitarra eléctrica decidió que era música. Estudiar sirve también para no dejarse mandar así nomás. Como le decía mi abuelo, que supo ser policía, a mi padre: "Estudie, m'hijo, pa' que naides lo mande."
Hay quien piensa también que esas herramientas y recursos son “tradicionales”, “perimidas”, “imperialistas” o “colonialistas”. Son igual de tradicionales, perimidas, imperialistas y colonialistas que el teorema de Pitágoras o las integrales dobles. Si no se conocen, se está en una situación de Robinson Crusoe vocacional.
Claro, hay otras tradiciones “clásicas”, o sea, elaboradas, y que hay que estudiar para conocerlas. Pero lo que mencioné arriba es lo que tenemos a mano, es la cultura en la que nacimos, la de más fácil acceso. Y una de las cosas lindas de esa cultura es que no es estática - es una historia, no una tradición, donde nunca se sabe qué va a suceder con el pasado, porque se lo reinterpreta continuamente. Y habrá empezado en Europa, porque principio quieren las cosas, pero nada nos impide hacerla también nuestra entrando en ella y modificándola como queramos. No nos darán mucha pelota, pero si nos damos suficiente pelota entre nosotros, quién sabe.
Otra cosa: la calidad es transversal a los géneros, pero la distribución no es tan pareja como muchos piensan. Hay música “superior” horrible (les ahorro ejemplos porque no quiero arruinarles el día) y música “inferior” excelente, de los Beatles a los Ricacosa (disculpen si soy localista, pero al fin y al cabo, los dos son cuartetos). O sea, no es automático que la música “superior” (en la clasificación de Carlos Vega, que seguro no fueron a ver, así que pongo el link de nuevo, qué trabajo que me dan) sea siempre más digna de oírse que la “inferior”. Pero las probabilidades de las dos de tener calidad, siento decirlo, no son iguales. Si una de las músicas debe siempre tener letra, usar casi siempre los mismos instrumentos, no durar más de cuatro o cinco minutos, y en la mayoría de los casos seguir firmemente el mismo esquema rítmico y formal, mientras la otra tiene la libertad de hacer lo que se le cante según la fuerza de imaginación y creatividad disponibles, y tomarse todo el tiempo que quiera y elegir los instrumentos que le sirvan, me parece que hay una de las dos que tiene más probabilidades de ser original y creativa, ustedes verán cuál. También: la apreciación es subjetiva, pero la calidad es objetiva (si bien la apreciación puede depender del grado de cultura del sujeto o de la sujeta, pero eso ya no es culpa de la música misma). No es sólo "cuestión de gustos", frase que usualmente se puede traducir por "todo vale, macho, sacá la billetera y vemos". Simplemente, hay cosas mejor hechas que otras. Y por cada Leo Maslíah, que rompe todos los modelos, jugando con ellos de un modo que es, además de ingenioso, decididamente "culto", hay unos cuantos "popu" que son más academicistas que la tiza de los pizarrones. Y sin saberlo, que es lo peor.
Ahora, por definición, la “música para la sala de concierto” (para usar la versión breve) va a ser más difícil de hacer y de presentar, va a darle más trabajo al oyente, va a tener (un poco) menos venta; en suma, no va a ser tan comercial como la “música para bailar en estado de aguda intoxicación etílica”. Esto no quiere decir que sea invendible, o que esté condenada a ser recibida por unos pocos. No necesariamente; y quien se tome el trabajo de entrarle, lo cual no pide ni carteras de piel ni bolsillos rellenos de plata, sino oír, atender, y tener el corazón bien abierto, se verá muy bien recompensado. Pero sí quiere decir que no se la puede dejar ir solita al campo de batalla del mercado, sólidamente equipada con un palillo de dientes mocho. Porque la patota le pasa por arriba. He dicho.
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