No voy a repetir lo que ustedes pueden leer, mejor dicho y documentado, en tantos sitios. Sí quería decir que con Boulez se muere una de las últimas personas (de este pequeño sector de la vida que es la música culta, "clásica", impopular o como la llamen, por favor, no "académica", que es un insulto) que estaba REALMENTE segura de lo que hacía.
En 1931 un niño de 6 años escucha en una radio (seguramente bastante primitiva) algo que lo fascina. Es "Le Chant du Rossignol" de Stravinsky. Lo educan en un seminario o varios, se pelea con el padre para ir a estudiar composición a París, donde absorbe todo como una esponja y se va peleando sucesivamente con casi todos sus maestros, ladra como un perro para que lo dejen entrar al establishment (sus propias palabras), una vez adentro, se vuelve un tremendo director. Tremendo compositor, ya era. Escribe algunas de las obras más impactantes de su tiempo (en las que incluye a la guitarra), terriblemente complicadas y poéticas a la vez, y ensayos polémicos contra todo el mundo. Dice que hay que quemar los teatros de ópera, y en un par de años pasa a dirigir en Bayreuth. La edad y el éxito le sacan la rabia y la amargura, pero no lo ablandan. Escribe nuevas obras, quizás no tan impactantes, pero muy bellas. Dedica mucho tiempo a revisar las obras viejas; hay obras que llevaron treinta o cuarenta años para llegar a la versión final. Inventa el IRCAM, una especie de think-tank para el futuro, pero que da resultados concretos en el presente.
A los 85 años dirige su último concierto con la Filarmónica de Berlín. El programa termina con "Le Chant du Rossignol". Ni Orson Welles lo hubiera libretado mejor. Adieu, Pierre Boulez.
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